LA FARMACIA LECUONA REPONE SU ICÓNICO FAROL

Tiene casi 120 años de vida y ha estado colocado en la fachada de la reconocida farmacia Santos Lecuona de La Laguna, fundada en 1824 (dentro de 4 años cumplirá 2 siglos) en el Nº52 de la calle de La Carrera, donde se ha convertido en todo un icono de la ciudad. Se trata de un farol muy especial que el año 1901 compro y trajo de Sevilla el boticario Manuel Santos Madan, titular de la farmacia en aquel año. El emblemático farol y su soporte recuerdan el símbolo de los farmacéuticos: la copa de Higía, con la serpiente enroscada, que simboliza el poder del veneno, que o bien puede matar o bien curar, una vez convertido en medicamento en la copa.En el caso de nuestro farol, la copa sería la propia lámpara y su soporte está formado por una serpiente realizada en forja. Si lo miran detenidamente, lo verán sin problema. Con el tiempo se ha convertido en icono de la farmacia y objeto tradicional y muy respetado en el paisaje urbano del casco histórico lagunero. Pero la peatonalización ha quitado aceras y los políticos las jardineras que, de alguna manera, impedían que los coches y furgones se acercaran a las fachadas. Por ello y entre 2019 y lo que llevamos de puñetero y pandémico 2020, dos camiones han tropezado con la emblemática lámpara y la han tirado al suelo, causándole desperfectos preocupantes.

El emblemático farol en la fachada de la farmacia Santos-Lecuona en La Laguna

DOS VECES CAIDA Y RESTAURADA POR LOS WENCES

Menos mal que en La Laguna, a sus más de 80 años de edad, siguen con su permanente predisposición de ayudar “Los Wences”, maestros artesanos latoneros, herederos de la tradición de su padre Wenceslao Yanes González fundador del taller el año 1928 en la calle Herradores. Los cuatro hermanos artesanos, Rafael Pepe (ya fallecidos) junto con Isidoro y Wenceslao Yanes Padrón (hoy ya jubilados) han sido y siguen siendo referencia en el oficio y arte de la latonería. Como siempre están dispuestos a colaborar altruistamente, a pesar de su edad, una vez más Wenceslao Yanes con la colaboración de su hermano Isidoro, acaba de reparar (por segunda vez en el último año) la histórica lámpara de la farmacia Santos Lecuona, que ya luce de nuevo en su fachada de la lagunera calle La Carrera, a pocos metros del Teatro Leal.

Wenceslao Yanes en pleno proceso de restauración del farol que el año que viene cumplirá la friolera de 120 años formando parte del paisaje urbano lagunero.

HAGAN ALGO PARA QUE NO VUELVAN A TIRARLA

Hoy la farmacia Santos -Lecuona está regentada por la sexta generación de la familia, siendo su farmacéutica titular, Esther Lecuona Méndez con la que trabaja también su hermano Guillermo. Ellos se han preocupado de que la lámpara esté bien cuidada y conservada, al igual que reparada debidamente cada vez que la han golpeado y tirado al suelo. Un casco histórico como el de La Laguna, Bien Cultural Patrimonio de la Humanidad, tiene su valor y atractivo, tanto para vecinos como para turistas, no solo con grandes edificios, templos y museos, sino también con pequeños detalles icónicos, como esta lámpara de la farmacia Santos Lecuona, o con el tristemente desaparecido termómetro exterior que tenía la papelería de don Juan Penedo. Por ello habría que pedirle al Ayuntamiento de La Laguna, con el alcalde Luis Yeray Gutiérrez al frente, que la o las concejalías que tengan que ver con esta problemática, hagan lo antes posible lo que estimen oportuno y conveniente, para que esta joya lagunera en forma de lámpara, siga luciendo y alumbrando por muchos años.

Wenceslao Yanes, señalando el punto donde la cabeza de la serpiente sujeta a la gran lámpara traída de Sevilla el año 1901 y que, este próximo 2021, cumplirá 120 años.

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DAMIÁN IGUACEN: PEQUEÑITO, PERO GRAN OBISPO

Este domingo no voy a hablar de política. Quiero “desengrasarme” y ayudar, en la medida de lo posible, a que los lectores de El Cotarro también se “desengrasen». Este domingo voy a hablar en positivo y, desde el recuerdo, hablar de amigos que se fueron y de “amigas” que vinieron en otra forma de inmigración, pero que, de alguna manera, volvieron con ella a la vida. Por ello, mi primer recuerdo de este domingo va para monseñor Damián Iguacen Borau (1916-2020) un pequeño gran hombre, un pequeño sacerdote que llegó a ser un inmenso obispo. En 1984 fue nombrado Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, conocida como “Diócesis Nivariense” y también llamada Diócesis  de Tenerife, cargo que desempeñó hasta el 12 de junio de 1991, cuando la Santa Sede aceptó su renuncia y pasó a ser obispo emérito de ella. Con tan solo 104 años de edad, se nos fue tranquilo (seguro que al cielo) el pasado martes, dejándonos una hermosa trayectoria personal, vital y pastoral. Muy pocos días antes de morir, fue visitado por nuestro actual obispo, Bernardo Álvarez y mutuamente se dieron la bendición. La de don Damián fue una de las últimas.

Bernardo Álvarez (i) visitando a un ya viejecito pero alegre Damián Iguacen.