MIRANDO HACIA ATRÁS CON HUMOR Y NOSTALGIA

Allá por el año 1969 y en mi recordado Barrio Nuevo de La Laguna, con tan solo 12 años, salí en la murga infantil que ensayaba en los garajes de la constructora de don José Viera. Y años más tarde canté con el Orfeón “La Paz”, de La Laguna, bajo la dirección del recordado Manuel Hernández. El año 1980 y vestido de “Hare Krishna”, pisé el escenario del Teatro Guimerá, ya transmitiendo para Radio Club Tenerife la gala de elección de la Reina del Carnaval, que dirigió el gran Sergio García. Aquel año, Sergio pidió que le permitieran gastar unas 12.000 pesetas de la época, para instalar un columpio que, al final de la gala, bajaría desde lo alto del escenario con un paje subido en él, trayendo el cetro de la reina para entregárselo a la candidata ganadora. Resultó ser Consuelo Montero Santos, con la fantasía “Encantadora de serpientes”, diseñada para ella por Justo Gutiérrez, pero al concejal de turno le pareció muy caro invertir 12.000 pesetas en un columpio móvil, y el cetro terminó llegando al escenario por el lateral del escenario, llevándolo en mano Manuel Hermoso, que ya era el alcalde aquel año por UCD.

Detalle de la “Casa del Carnaval” que debía terminar de convertirse en el gran necesario (y más documentado) Museo del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife.

EL HONOR DEL PRIMER “PAYASITO DE ORO”

Colaboré con el maestro José Tamayo en más de una gala en la Plaza de Toros. Me enfadé un año y me hice amigo para toda la vida con Jaime Azpilicueta en otras galas. Hasta recuerdo haber presentado el concurso de rondallas en la Plaza de Toros y no me olvido del año 1990, en el que tuve oportunidad de presentar la gala de la reina, ya en la Plaza de España, cuando el tema del carnaval fue “El mundo de los cuentos” y elegida como reina Carmen Gloria Trujillo, con otro diseño de Justo Gutiérrez, titulado “La Fenice”. Y volví a colaborar en la presentación de la gala de la reina, ya en el Recinto Ferial. Pero el año que nunca olvidaré fue 1981. Aquel año, la Afilarmónica Nifú-Nifá, dirigida por el inolvidable maestro, Enrique González Bethencourt, instituyó su premio “Payasito de Oro” y tuve el honor de recibirlo en aquella primera edición. Cuento con humildad y totalmente agradecido todo esto, solo para poder decir aquello de que “al rey de los pantanos, no le vayan a hablar de charquitos”. Creo que de carnavales y, sobre todo, del espíritu y de la idiosincrasia del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, algo conozco.

Foto de una antigua tarjeta postal turística, con la imagen del Concurso de Rondallas del Carnaval, en la santacrucera Plaza de Toros.

HUMOR, HUMOR, BENDITO Y SANO HUMOR

Y a riesgo de que me critiquen y me pongan “a caer de un burro” o, como se suele decir, a “caldo de potas”, voy a expresar mi opinión desde mi personal y absoluta libertad y responsabilidad, pero siempre con ánimo positivo y con mi absoluto respeto a todo el mundo. Y por ello tengo que comenzar con la inmensa nostalgia del humor en el mundo de las murgas. Creo en lo que voy a manifestar coincido con maestros murgueros como Enrique González o Nicolás Mingorance (Nifú-Nifá), el “trónico” Tomás Carbajal, nuestro “Tom Barbi” (el único que dirigía la murga Diablos Locos con el pie) o Antonio “Chocolate” Ramírez y Manolo Peña (Mamelucos). Para mí (y creo que para ellos y muchos otros veteranos) una murga tinerfeña se caracteriza y debe tener su esencia en el humor. La base era coger una canción (recomendablemente popular y no necesariamente un popurrí) para cambiándole la letra con un humor, proceder a realizar, con humor (repito) una crítica aguda, satírica, punzante y hasta de denuncia y reivindicativa, pero siempre desde el respeto y, una vez más sea dicho, con inteligente humor.

El querido y recordado Enrique González Bethencourt, “alma páter” de la Nifú-Nifá

SIEMPRE EL HUMOR FRENTE A LA AGRESIVIDAD

Con todo respeto (repito) creo que a nuestras murgas de hoy les sobre las puestas en escena con tantas coreografías, sketches, cambios de vestimentas y, sobre todo, una especie de negatividad y agresividad que lo inunda todo y con motivos y temas eminentemente localistas (por no decir pueblerinos), donde el humor inteligente brilla por su ausencia. Parece como si estuvieran cabreadas con todo el mundo mundial y hasta consigo mismas, a veces rayando el insulto. Todo eso sin olvidar que, en la mayoría de los casos, no se entienden las letras. Antes la gente compraba los libretos para ver las buenas y desternillantes letras de Mingorance, Tom Carby, Manolo Peña y otros muchos, porque, al ser canciones conocidas y populares, la ciudadanía podía cantarlas con las letras cambiadas con sano y tremendo humor, para criticar a los políticos de uno y otro lado. Reivindico el humor en nuestras murgas frente a la agresividad, la alegría contagiante frente a la tristeza pesimista. Ahora solo me falta manifestar que deseo y espero que las murgas encajen esta opinión y mi crítica, con humor y deportividad. Amén.

Imagen del trónico murguero Tom Carby, que he tomado “prestada” del blog del gran Manon Marichal, al que pido perdón y le agradezco su gran labor a favor del Carnaval.