Dicho lo anterior, deseo que me permitan entrar en materia compartiendo con ustedes mi indignación y mi rabia por lo que esta semana pasada le han hecho a una persona buena que, como todos nosotros, puede haber tenido sus fallos. Me refiero al empresario Ignacio González Martín (que en paz descanse) quien, según mi humilde opinión, no merecía y no mereció tener el trato que tuvo en sus últimos días y horas. Creo que a las personas hay que analizarlas y juzgarlas por lo realizado a lo largo de toda una vida personal, matrimonial, familiar, profesional y empresarial. Y no solo en base a un fallo, o por un determinado delito que haya cometido. Creo que la vida es un todo y las personas merecen ser valoradas y reconocidas por ese todo. Y no mereció Ignacio González Martín tener el injusto final que ha tenido. Ni él, ni su viuda, ni sus hijos, ni su familia, ni sus amigos, que la pasada semana abarrotaron el tanatorio.
El empresario Ignacio González Martín, que en paz descanse.