NO SE PUEDE OLVIDAR LA HISTORIA… NI ES JUSTO

Es triste y vergonzoso que la gente olvide la historia y, sobre todo, los políticos. Todos saben (o deben saber) que las administraciones públicas (desde los ayuntamientos a los gobiernos regionales y estatales) deben cumplir una serie de leyes y facilitar a la ciudadanía unos servicios básicos. Los ayuntamientos, por ejemplo, están obligados a facilitar el suministro de agua potable, la limpieza pública, tener cementerios, anteriormente las “casas de socorro”, etc., sin olvidarse de atender las necesidades de sus mayores, sobre todo las de los desamparados o en riesgo de exclusión. Muchas veces los ayuntamientos se olvidaban de esto último y “el guante” lo recogían las entidades religiosas de caridad y asistencia, como las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las Siervas de María, o los hermanos Bethlemitas, sin olvidar en el terreno sanitario a los Hermanos de San Juan de Dios. Nadie solía decir nada, porque les resolvían la problemática a los políticos y a las administraciones les quitaban una “papa caliente”. Y callaban… y siguen callando mientras no surge algún problema.

Mucha gente critica y hasta rechaza la labor de las congregaciones religiosas de la Iglesia Católica, pero, cuando las necesitan, bien que recurren a ellas.

EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE SANTA RITA

Un humilde y campechano sacerdote de pueblo, el Padre Antonio Hernández, por aquel tiempo cura-párroco de la parroquia de Santa Rita de Casia, en el portuense barrio de Punta Brava, se dio cuenta de la necesidad de atender a una serie de personas mayores necesitadas y, como en todo el norte no había asilos de ancianos desamparados (como si existían y prestaban una labor inestimable en Santa Cruz y La Laguna), decidió, con una voluntad, empeño y trabajo encomiables, crear una residencia que se ocupara de ellos y de los que, por aquel entonces, debutaban con la desconocida enfermedad de Alzheimer. El Padre Antonio hizo realidad su residencia Hogar Santa Rita el año 1981, la cual fue inaugurada por el obispo Luis Franco Cascón. A partir de aquel momento (Hay que decirlo y recordarlo) muchas personas de fuera del Puerto de la Cruz fueron acogidas en Santa Rita, y muchos alcaldes (sobre todo del norte) vieron “los cielos abiertos” y, aportando algunas perritas, lograron que el Padre Antonio acogiera en Santa Rita a los vecinos de otros municipios que no tenían residencias y/o “pasaban” de tenerlas. Y todos seguían calladitos.

Parroquia de Santa Rita, en Punta Brava. y, detrás de ella, imagen del edificio que albergó el Hogar Santa Rita I (se ve hasta el ático añadido) cuando se saturó.

SANTA RITA I DESBORDADA, VAYAMOS A POR LA II

Todo el mundo (o casi todo el mundo) se apoyó y hasta se escudó en la obra benéfica del Padre Antonio, aunque, me consta, que más de un obispo posterior a Luis Franco, me refiero a Damián Iguacen y Felipe Fernández (que en paz descansen) le apercibieron que se estaba metiendo en un “embolado demasiando grande y peligroso” y que tuviera cuidado. Pero el Padre Antonio le respondía que si un anciano llegaba a su puerta (o se lo dejaban abandonado en ella) él no podía dejarlo en la calle. Y así comenzó a promover la idea de crear una segunda residencia, mayor y mejor dotada, que hizo realidad con la famosa venta de “cheques solidarios” en los que el concepto la venta de “pedacitos de cielo”. Con ellos, el Padre Antonio Hernández consiguió la no despreciable cifra de unos 12 millones de euros de hoy (unos 2.000 millones de las antiguas pesetas) y logró que, si no recuerdo mal, su nueva gran obra fuera inaugurada el año 2001, siendo Felipe Fernández, el obispo de la Diócesis Nivariense.

Cartel en la fachada de la residencia de mayores Hogar Santa Rita II.

INCENDIO EN SANTA RITA I Y SATURACIÓN EN LA II

La apertura de la flamante Santa Rita II (diseñada, proyectada y construida inicialmente para unas 400 personas residentes) no acabó con la actividad asistencial de Santa Rita I. La demanda era tan grande, que el Padre Antonio aguantó las dos en servicio, aunque la primera no reunía las debidas condiciones. Todos lo sabían, pero, como siempre, todos miraban hacia otro lado y callaban. Hasta que el 9 de octubre de 2008, un incendio declarado en los bajos de la residencia obligó a su urgente desalojo por parte de bomberos, policía y voluntarios. Por suerte, el incendio se declaró a primeras horas de la tarde y, gracias a Dios, no hubo que lamentar desgracias personales. Si se hubiera declarado de noche… Aquella tarde, una impresionada y muy preocupada Dolores “Lola” Padrón Rodríguez (PSOE), alcaldesa del Puerto de la Cruz, reconocía públicamente las carencias y vulnerabilidad del edificio de Santa Rita I. Las personas que estaban residiendo allí en aquel momento, fueron realojadas en otros centros y muchas pasaron a Santa Rita II, que ya estaba colmatada.

Imagen del incendio en Santa Rita I, el año 2008, con el humo saliendo de su sótano.