Animado y curioso debate el que se cuece en el tinerfeño Puerto de la Cruz, donde se está mezclando la reivindicación, con la ingeniería y con las coñas marineras. El asunto tiene que ver con el reclamado muelle en el entorno del futuro parque marítimo (cuyo proyecto está diseñado por el arquitecto tinerfeño Fernando Martín Menis) y el atraque de medianos o grandes cruceros. Al alcalde Lope Domingo Afonso le encantaría ver desde su despacho o desde la Casa de la Aduana, uno de los trasatlánticos de la Royal Caribbean, Costa o MSC atracado en el litoral portuense, pero, como decía un ranillero el otro día en la Plaza del Charco, para eso hace falta tener un remolcador y un práctico fijo en el puerto. Pero un remolcador cuesta unos nueve millones de euros, y tenerlo operativo en el puerto costaría alrededor de nueve mil euros al día. Se imaginarán que semejante coste, para el exiguo número de cruceros que atracarían en territorio ranillero, ha suscitado ya las consiguientes coñas marineras (nunca mejor dicho) porque la cosa no tiene sentido. Recemos al Gran Poder de Dios y a la Virgen del Carmen para que, al menos, terminen de una dichosa vez el tan demandado puerto deportivo.
Fotografía de la maqueta del futuro puerto deportivo del Puerto de la Cruz