Y entonces sucede que hay actos en los que el presidente aparece luciendo tremenda corbata o en otros, como en el de la entrega de los premios AgroCanarias, donde el consejero de Agricultura, Narvay Quintero, el director general del ICCA, José Díaz-Flores, y un montón de cargos fueron “encorbatados” y en Fernando Clavijo la corbata brilló por su ausencia. Como dice el mago, “organícensen” con sentido común, para evitar incómodas y desagradables situaciones sin necesidad ninguna. Basta con que Fernando Clavijo, o la autoridad que en cada caso invite y/o vaya a presidir un acto, de antemano y desde el momento en que se programa el mismo y se van a enviar las invitaciones, diga si va a ir con la dichosa corbata o no. No digo que se la pongan, ni que se la quiten, ni que se la dejen de poner, digo solamente que hace falta un poquito de coordinación protocolaria. Y, por cierto, recuerden en todo momento lo que son y lo que representan en cada acto y caso. Dicho todo lo anterior, aviso que les hablaré próximamente de las “puñaladas traperas” que se dan en esto del protocolo por presidir un acto, por estar en la presidencia del mismo, por ser de los que hablan o por ser el último (o la última) en cerrar el turno de palabras y la de empujones por salir en la protocolaria y oportuna foto oficial. De película y… de pena.