Este caso del último tramo del tranvía, como el caso de la rotonda del Padre Anchieta y sus pasarelas voladoras, o el caso de la históricamente soñada Rambla de La Laguna, siempre diseñada y nunca ejecutada, ya tiene a la ciudadanía de La Laguna hasta los mismísimos badajos de las campanas laguneras. Y, sobre todo, el hecho de que más de un “premio Nóbel” y mucha gente de fuera de La Laguna (técnicos, políticos y personajes de a pie) vienen a opinar y a sentar cátedra, sin conocer la realidad de La Laguna y la idiosincrasia lagunera. Y estamos hartos de cambios, traslados, modificaciones y decisiones erróneas, que nunca se sabe quién responde por ellas y quién a sus costes y financiación. Y, por último, ya la gente está harta de pomposas palabras y frágiles promesas, así como los comentarios, discursos o arengas “patriótico-locales”, como las ofrecidas el otro día por el alcalde Luis Yeray Gutiérrez.
El alcalde Luis Yeray Gutiérrez debería ser el primer activista en pro de una solución