La mentada “promesa” iba a ser en forma de ofrenda floral al Cristo lagunero, por medio de una “petalada” (lanzamiento de pétalos) al paso de la procesión. Eso se ha hecho muchas veces durante años (y nadie se ofende ni la Esclavitud lo prohíbe). En algunas casas del recorrido procesional se lanzan con mesura algunos pétalos de flores (muy pocos) desde ventanas y balcones, pero en una cantidad no superior a una sencilla bandeja o una pequeña cesta tipo panera. Pero el ínclito Juan Álvarez (que se presenta como Campeón de España de Arte Floral) se pasó tres pueblos y medio, lanzando un auténtico “diluvio de pétalos” y digo lo de “diluvio” porque, encima y para más daño y desgracia, estaban mojados. Unas nueve o diez cajas parece que tiró el caballero y su ayudante… Luego, además, ofrecieron tres ramos de flores que se pusieron en el trono, pero que, cuando se llegó al santuario, los recogieron y se los llevaron. Por lo que se vio, promesa, sí, pero solo el ratito de la procesión.
El florista protagonista, Jesús Álvarez (c), llevándose al final los ramos ofrecidos.