Parece que el tiempo y la realidad me siguen dando la razón… En los últimos 15 días han llegado a las costas canarias más de 1.500 inmigrantes que huyen de calamidades extremas (hambre extrema, guerras eternas, políticos corruptos, gobiernos fallidos y también muchas enfermedades, sin olvidar la puñetera pandemia del COVID-19). Como me dijo personalmente el arzobispo de Mauritania, monseñor Martin AlbertHappe, hace ahora casi diez años: “Si no quieren que esta gente emigre hacia Canarias, España y Europa, lo que tienen que hacer ustedes es bien simple… hagan que esta buena gente tenga algo que perder aquí, porque, en estos momentos, aquí no tienen absolutamente nada que perder”. Yo le había preguntado a monseñor Happe cómo le podríamos ayudar desde Canarias para que no salieran en cayucos hacia nuestra tierra, y su respuesta no ha dejado de machacarme durante años. Y seguimos igual o, como dice el mago, “a peor la mejoría”.
Monseñor Albert Happe, obispo de Nuakchot y arzobispo de Mauritania
Siento auténtica indignación cuando le leo y escucho hablar de la inmigración. Se nota mucho que siente auténtica repulsión por los pobres. No le importa en absoluto el drama de millones de personas en centenares de países. Seguro que si viniesen en avión o lujosos yates con las alforjas llenas no dudaría en agacharse a lamerle los zapatos.
Un consejo: no hable de lo que no le importa, se le nota mucho.