Y a riesgo de que me critiquen y me pongan “a caer de un burro” o, como se suele decir, a “caldo de potas”, voy a expresar mi opinión desde mi personal y absoluta libertad y responsabilidad, pero siempre con ánimo positivo y con mi absoluto respeto a todo el mundo. Y por ello tengo que comenzar con la inmensa nostalgia del humor en el mundo de las murgas. Creo en lo que voy a manifestar coincido con maestros murgueros como Enrique González o Nicolás Mingorance (Nifú-Nifá), el “trónico” Tomás Carbajal, nuestro “Tom Barbi” (el único que dirigía la murga Diablos Locos con el pie) o Antonio “Chocolate” Ramírez y Manolo Peña (Mamelucos). Para mí (y creo que para ellos y muchos otros veteranos) una murga tinerfeña se caracteriza y debe tener su esencia en el humor. La base era coger una canción (recomendablemente popular y no necesariamente un popurrí) para cambiándole la letra con un humor, proceder a realizar, con humor (repito) una crítica aguda, satírica, punzante y hasta de denuncia y reivindicativa, pero siempre desde el respeto y, una vez más sea dicho, con inteligente humor.
El querido y recordado Enrique González Bethencourt, “alma páter” de la Nifú-Nifá