Este domingo no voy a hablar de política. Quiero “desengrasarme” y ayudar, en la medida de lo posible, a que los lectores de El Cotarro también se “desengrasen». Este domingo voy a hablar en positivo y, desde el recuerdo, hablar de amigos que se fueron y de “amigas” que vinieron en otra forma de inmigración, pero que, de alguna manera, volvieron con ella a la vida. Por ello, mi primer recuerdo de este domingo va para monseñor Damián Iguacen Borau (1916-2020) un pequeño gran hombre, un pequeño sacerdote que llegó a ser un inmenso obispo. En 1984 fue nombrado Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, conocida como “Diócesis Nivariense” y también llamada Diócesis de Tenerife, cargo que desempeñó hasta el 12 de junio de 1991, cuando la Santa Sede aceptó su renuncia y pasó a ser obispo emérito de ella. Con tan solo 104 años de edad, se nos fue tranquilo (seguro que al cielo) el pasado martes, dejándonos una hermosa trayectoria personal, vital y pastoral. Muy pocos días antes de morir, fue visitado por nuestro actual obispo, Bernardo Álvarez y mutuamente se dieron la bendición. La de don Damián fue una de las últimas.
Bernardo Álvarez (i) visitando a un ya viejecito pero alegre Damián Iguacen.