Nuestra amable comunicante comenta que “absolutamente en todas ellas, la bandera del Vaticano nos remitía y recordaba nuestra pertenencia a Roma, nuestra condición de iglesia universal, bajo la protección y venerable representación de nuestro Santo Padre. Tampoco falta la bandera amarilla y blanca del Vaticano en todas las iglesias de Roma. Hace unos años, también en Estados Unidos, comprobé que nunca falta en una iglesia que se define católica, la citada bandera”. Nuestra religiosa y vaticanista lectora se pregunta: “¿qué pensarán tantos turistas italianos, americanos, polacos, que nos visitan, cuando se percatan, como yo hoy, de que falta ese signo que repito, nos recuerda nuestra condición de iglesia universal, y nuestro sagrado vínculo con el Vaticano?” Y termina manifestando: “me gustaría sugerir que se hicieran las gestiones oportunas y se pidieran los permisos necesarios para que en la fachada de nuestra Catedral de la Laguna ondee también la bandera amarilla y blanca del Vaticano”. Mensaje recibido y opinión y sugerencia publicada. Ahora, no sé si nuestro obispo Bernardo Álvarez, o el alcalde lagunero, José Alberto Díaz, “recogerán el guante” y pondrán la bandera del Vaticano y, de paso, también la de Europa. Amén.