Muchas veces suelo despedir y terminar El Cotarro recordando a uno de “los nuestros” que se ha ido para siempre. Este domingo me permitirán que, por el cariño, el respeto y la admiración que le tenía, comience con ello. Porque ayer despedimos a don Rosendo Díaz Pérez, todo un personaje al que se le puede aplicar, sin ningún género de dudas, lo de que ha sido “genio y figura hasta su sepultura”, en el panteón familiar (donde reposan los restos de su esposa, Ana María Domínguez Morales, fallecida hace años) y donde, según llegó a comentar el propio Rosendo en estos últimos meses, iba a estar rodeado por muchos amigos y amigas. El bueno y formidable (calificativo que él repetía mucho) Rosendo Díaz, fue durante más de 20 años gerente del recordado “Hospitalito de Niños”, que fundara el Diego Guigou el año 1901. Hecho a sí mismo, trabajador como él solo y amante de vivir la vida con optimismo, alegría y siempre en positivo fue y seguirá siendo un ejemplo para todos, comenzando por sus hijos y nietos.
Rosendo Díaz Pérez en su pequeño despacho de gerente, en el Hospitalito de Niños