Lo que se vivió el pasado miércoles en la catedral de La Laguna fue toda una demostración de que se recoge lo que se siembra. Cientos de personas, muchas de las cuales no podían reprimir sus lágrimas, tributaron una impresionante y multitudinaria despedida de este mundo al que fue su sacerdote, su párroco, su confesor, su vecino, su compañero, su bienhechor… Un pan de Dios, un sacerdote ejemplar, una gran persona… Con tan solo cincuenta y tres años de edad, Fermín Santiago Hernández Hernández (para todos, sencillamente, el cura o el amigo Fermín) nos dejaba tras una larga enfermedad llevada con una entereza, discreción y dignidad absolutamente ejemplares. Nacido en 1962, fue criado desde muy pequeñito en la Casa Cuna de Santa Cruz de Tenerife, y creo que ese lugar marcó la vida, el carácter, la vocación y la dedicación de Fermín hacia los más desfavorecidos.
El gran y querido sacerdote Fermín Hernández, que en paz descanse.