Una fiel lectora (anónima) de EL DÍA (y concretamente los domingos de El Cotarro) me ha hecho llegar el siguiente comentario que no sé si debería ir dirigido a nuestro obispo Bernardo Álvarez, o al alcalde de La Laguna, José Alberto Díaz, y que, por su interés y curiosidad reproduzco textualmente: “Paseando por la calle de la Carrera, me paré frente a la Catedral de La Laguna, para contemplar su imagen después de la remodelación. Mi vida de stress no me permite ir normalmente por la calle observando los detalles, pero mi condición de empleada en vacaciones, hizo que hoy el paseo fuera un poco más lento”. En la observación y contemplación de la fachada principal de la catedral, dice nuestra lectora que “tuve un triste y repentino sentimiento de orfandad. Porque allí ondeaban las banderas de España, Canarias, Tenerife y La Laguna, pero no la bandera del Vaticano”. Y yo añado que también la de Europa brilla por su ausencia.
La Catedral de La Laguna no luce la bandera del Vaticano…, ni la de Europa.